Por la gracia de este sacramento somos transformados en nuevas criaturas:
“Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, la vuelta al Padre de la que el hombre se había alejado por el pecado” – Catecismo 1423.
Crezcamos en la virtud de la humildad, reconozcámonos pecadores frente a Jesús para experimentar su amor y misericordia de Padre. Es algo humano, nos cuesta a todos, es reconocerme pecador y pedir perdón. La humildad es el secreto de María. ¡Pidamosle a Ella la gracia!
Un consejo para poder hacer una confesión en esta última semana de Cuaresma, es contemplar la Cruz. Así, se nos hace natural o evidente la necesidad de pedirle perdón al Señor. Contemplar que verdaderamente «nos amó hasta el extremo», que derramó su vida entera para amarme, me impulsa a responder con amor, pues Amor con amor se paga. La confesión es un acto de humildad y de amor a Nuestro Señor.